"Hasta que la muerte nos separe", de Angelique Houtkamp
Hace unos días, concretamente en Navidad, tuve una experiencia como cliente que me ha hecho reflexionar y aprender mucho.
Quizás algunos de los que me seguís en twitter lo leyérais. Tuve un desagradable incidente en una tienda de Perfumerías Aromas, para más señas en la que está cerca de mi casa, que, por supuesto, es mi tienda habitual.
Ocurrió lo siguiente: me acerco a por productos normales de higiene, a por champú y suavizante concretamente, y, ¡oh sorpresa!, en la tienda, por ser Navidad sólo venden perfumes y cofres regalos. Después de dar varias vueltas por la tienda, le pregunto a una de las vendedoras que me contesta, de muy mala gana, sin mirarme casi y con el tono "hija, vaya pregunta tonta" que los champús volverán a la tienda después de Navidad.
Por suerte, para mí y especialmente para la empresa, soy usuaria activa de twitter.
Inmediatamente lancé un tuit mencionando mi intención de no volver a pisar una tienda de esta cadena.
A partir de aquí, se sucedieron una serie deacontecimientos sorprendentes.